Texto Policial
Santiago Berriex Chertin.
Comisión 05. Prof. Santiago Castellano.
Escribir un cuento a partir de otro de
alguna de las notas del DIARO de Escritor/@, puede tener que ver con alguna
frase o cartel, con los sueños, un diálogo o un objeto anotados, de tono
policial, que incluya las palabras: "perro negro", "reloj de
pie", "enano", "espejo roto", "¡cuidado!",
"cuchillo herrumbrado". Extensión libre.
Primera escritura.
Título: Sombras y reflejos
Luego de arruinar un caso de
relevancia nacional me degradaron a realizar tareas menores y de rutina. Como
detective e inspector siempre me había encontrado en la línea de fuego, siendo
vital para las resoluciones de las diversas investigaciones con mis consejos e
ideas; pero ya hace tiempo que, con justa razón no soy solicitado en la
comisaría. Solamente cometí un error en el caso de una desaparición, un mal
accionar con una prueba que hizo que perdamos la única pista potable respecto
al paradero del victimario.
Hace meses que estaba esperando
que me reasignen un caso, que vuelvan a llamarme ante la necesidad de un tipo
como yo, que dedico quince años al servicio publico y que, por un solo error
fue desechado como basura.
Tras mucho tiempo me asignaron una tarea fuera de mi
horario habitual, mi trabajo de aquella noche consistía en deambular por
Avenida Corrientes, un poco sentía que me estaban mandando al muere y en ese
entonces, no me molestaba tanto que algún delincuente se me cruce. Imaginaba
que al menos me despedirían como héroe, pero me redimía rápidamente de ese
pensamiento. No podía rendirme tan fácil.
Para cuando el reloj
marcaba la madrugada, las calles estaban desiertas, la ciudad que nunca duerme
estaba descansando temprano en la noche de aquel miércoles.
Me había sentado en mitad de
cuadra, hacia minutos que nadie circulaba por lo que opté por descansar. La
noche estaba tranquila, demasiado en paz, no se veía gente revolviendo basura,
pocos durmiendo en la calle y casi nadie caminando por las veredas de aquella
avenida. No estaba cansado, pero si aburrido, por lo que ante el primer sonido
abrupto que escuché provenir del departamento que tenia en frente, me levanté
del asiento donde descansaba para acercarme un poco más.
Era tanta mi necesidad de que
algo suceda, que ante ese simple golpe me acerqué a la puerta para ver si podía
visualizar u oír algo más, pero no sucedió nada. Me di media vuelta y atine a
continuar mi camino, quizá esa era la señal para que retome mis actividades
antes de que algún oficial atine a informar que yo no me encontraba donde
correspondía, pero al realizar el segundo paso, ese sonido me detuvo por
completo. No sé si fue por mi necesidad de que algo suceda, pero sentí una
explosión, se escucharon vidrios estallar y al darme la media vuelta observe
salir corriendo a un perro negro de aquel departamento. Era la señal que
necesitaba, iba a entrar.
La sensación de tranquilidad que
transmitía aquella noche se diluyó de inmediato y, más allá de que no se había
modificado nada fuera de ese departamento, mi estado de nerviosismo era enorme.
Al acercarme hacia las escaleras para ingresar a la propiedad, logró ver la
puerta de ingreso entreabierta como también manchas de sangre que formaban un
camino que ingresaba hacia la vivienda, “serán del perro” -atine a
pensar-.
Me tome unos segundos para
analizar aquella situación, ingresar significaba desobedecer las ordenes, pero
seguir el camino de sangre, más allá de que no sucediese nada, significaba la
posibilidad de volver a encontrarme ante la tensión propia de un caso policial.
Ese departamento tenebroso y lúgubre era lo único que me proponía algo distinto
en la vida monótona que llevaba en aquel entonces, por lo que mis dudas se
disiparon en un instante.
Empujé la puerta sosteniendo mi
pistola ubicada en mi cintura e ingresé. Rápidamente me di cuenta que aquella
propiedad estaba en un estado deplorable, una luz tenue iluminaba el hall que
era un pequeño pasillo agobiante, rodeado por paredes corroídas por la humedad,
que conducía hacia los ascensores que no funcionaban, pues no podían pagar su
mantenimiento. El camino de sangre llevaba hacia las escaleras que eran de
madera y visiblemente deterioradas. Miré hacia arriba y visualicé por lo menos
cuatro pisos. No era un departamento muy alto, ni tampoco muy extenso, por lo
que el recorrido debía ser corto.
Desde que ingresé el olor a
encierro y a oxido se me hicieron altamente notorios. Ese pasillo tenía un eco
particular, que amplificaba los pasos y sonidos. Sabía que, si alguien estaba
cerca, me podría escuchar porque cada paso mío, aunque medido, resonaba de
forma inquietante. El perro negro no había regresado, pero sus huellas
ensangrentadas me sirvieron como guía hacia aquello desconocido.
Subí las escaleras despacio, no
quería hacer crujir la madera y delatarme tan rápidamente. El camino de sangre
se detenía en el tercer piso, frente a una puerta entreabierta que no tenía
número, solo una chapa oxidada que colgaba de un tornillo flojo, en la salida
se encontraba un buzón con numerosas cartas que databan de hace muchísimos
años. El miedo no me paralizó y empuje lentamente la puerta con la punta del pie.
Ya estaba adentro, me recibió un
silencio tan absoluto que me permitía escuchar a mi corazón rebotando contra mi
pecho. Lo único funcional allí era un reloj de pie que marcaba las 3:17 y cuyo
péndulo aun se movía, aunque el sonido estaba completamente ausente, como si el
tiempo en ese lugar no corriera de la misma manera. Descifre rápidamente el
sonido que había escuchado, un espejo roto se lucía en el piso del living junto
a una lampara también destrozada.
Observe mi reflejo en aquel
espejo astillado, con una línea en diagonal que lo cruzaba de punta a punta. Me
observe multiplicado por los mil fragmentos rotos, como si fuera otro, un yo
alternativo que pensaba que no debió haber cruzado esa puerta sin una orden
judicial. Seguí caminando, apenas iluminado por las luces de la calle que
ingresaban levemente por las ventanas. La habitación tenia un aire irreal, con
cuadros torcidos, un sillón tapizado con manchas oscuras y una pequeña mesa
ratona cubierta de polvo, pero sin nada que delate un movimiento reciente.
Escuché un sonido seco detrás mío, por lo que me di media vuelta.
-¿Quién está ahí?, pregunte apuntando hacia el pasillo, pero
no hubo respuesta.
Volví al living y me di cuenta de
que las cosas habían cambiado: la lampara no estaba en el suelo, reposaba sobre
una esquina como si nunca hubiese caído. Tragué saliva. El reloj marcaba ahora
las 3:21 y el péndulo se había detenido. El peso del silencio en aquella
habitación me consumió por completo.
Escuchaba pasos rápidos y
desorientados desde la habitación del fondo por lo que me dirigí hacia allí con
precaución. Ya ni siquiera me preocupaba que mis pasos hagan ruido, sabía que
la persona que se encontraba ahí ya sabia de mi presencia. Hacia esa habitación
se accedía por un pasillo que se angostaba hasta desembocar en una sola puerta,
a la que debí agacharme para cruzarla con el arma por delante.
Era un cuarto muy chico con olor
a encierro, moho y algunas cosas imposibles de identificar. En el centro, una
figura baja se balanceaba lentamente de un lado a otro, media poco mas de un
metro y tenia un cuerpo encorvado, similar a un anciano o a un niño.
-¡Eh!, -grite-.
¡Policía de la Ciudad, dese vuelta por favor!
La figura se detuvo, giró y vi su
rostro. Era un enano, la edad era imposible de descifrar, pero tenía ojos
grandes, desorbitados y oscuros. En la mano tenía un cuchillo herrumbrado,
pequeño y notoriamente oxidado. La camisa blanca que tenia puesta estaba llena
de sangre y chorreaba.
-¡Cuidado!
-alcancé a gritar, aunque estaba solo.
El enano me había lanzado el
cuchillo, que rozó mi cabeza dejando un corte superficial pero que ardía como
si aquel metal estuviera envenenado. Lo empuje contra la pared y su cuerpo
ligero cayó rápidamente, todavía respiraba. Llame a la comisaria mientras lo
esposaba, temblando y dándome cuenta de que, apenas por centímetros yo todavía
continuaba con vida.
Cuando los peritos llegaron,
encontraron restos humanos en una especie de alacena secreta atrás del espejo
roto. Se resolvieron años de crímenes en aquel departamento olvidado y
custodiado por un monstruo de apariencia horrible. Mientras analizaban la
escena, uno de los forenses me pidió que me acercara, dentro de ese pequeño
agujero había una caja metálica oxidada que dentro tenia documentos, recortes
de diarios, entre otras cosas, pero lo más importante estaba al final: era
aquella prenda de ropa que creía haber perdido en aquel caso que me habían
asignado, y cuyo rastro creí haber arruinado para siempre.
Comentarios
Publicar un comentario